lunes, 24 de septiembre de 2007

Fantasmas

El portero al fondo del pasillo con la pantalla del circuito cerrado de televisión delante de sus ojos, estoy afuera suplicándole que me abra y me salve, llevo corriendo 15 minutos pero no ha servido de nada, los ladronzuelos no me han perdido de vista, tienen muchas ganas de pillarme. Los vi justo a mi lado lanzando sus manos contra el bolso, era absurdo que me estuvieran robando en la puerta de mi casa, que el portero tuviera mi imagen al frente y que no abriera. Luego me daría cuenta que la culpa la tenían los audífonos por los que seguía el partido del mundial, Colombia-Argentina, que había tenido lugar el año pasado, pero era tan bonito animar las noches de los martes con un buen recuerdo.

El miedo de estar en el suelo vomitando sangre después de la paliza me hizo despertar. Tenía el corazón esprintando y los gemelos duros y redondos retorciéndose por el calambre. Eran más o menos las cuatro de la mañana, lo que quedaba de noche la pasaría recordando mi ruinoso país, lo enferma que estaba con esas pesadillas recurrentes que terminaran donde terminaran semanas después, incluso meses, serían retomadas por mi cabeza desde el mismo punto. El escenario de la peli siempre era el mismo: el centro de la ciudad de Cali, lugar donde viví hasta los 17 años. Bastante paradójico, mi familia con cuentas bancarias nada despreciables y algunos pisos en la ciudad, pero no, teníamos que vivir de alquiler en un sitio tenebroso con las paredes raídas que, en 20 años que estuvieron allí, se negaron a pintar, dizque por no meterle dinero a algo que no era suyo! Tengo TANTOS recuerdos de ese sitio... Avioncitos de papel despegando desde el piso 22 y con pilotos suicidas que se estrellaban contra las casas, era divertido, aunque ahora que lo pienso, nada ecológico. Una loca semidesnuda que se sentaba en una calle a ver pasar la gente, mi hermana y yo gritándole desde arriba y tirándole hielo, hasta que se hartó y nunca volvió. O la temporada en que entrenaba dos veces al día water polo y que me dio la manía de levantarme a las 5:00 a.m. a hacer abdominales y repasar las gradas de las 25 plantas del edificio. Pero recuerdo sobre todo los rostros de la gente, la mirada inconfundible de la miseria, el odio que exhalaban, muchos tenían pinta de ladrones, sicarios y violadores, desde chica tenía el miedo metido en el cuerpo, aunque eso no me impedía hacer mi vida, bajarme de la parada de autobús a las diez de la noche y caminar despacio, por dentro con ganas de correr pero sabiendo que demostrar miedo era peor, tenía que fingir ser uno de ellos. Años atrás, cuando mi hermana y yo teníamos menos de 23 años entre las dos, nos escapábamos de casa con dinero cogido sin permiso del escondite de mi papá y nos íbamos a comprar juguetes a los vendedores ambulantes, donde naturalmente aprendimos el arte de pedir rebaja. A mis 5 años, recuerdo un día en que esperaba el coche que me llevaba al colegio, estaba con la empleada del servicio detrás de la puerta de cristal, cuando me miró una negra demente que pasaba mucho por allí -tenía por costumbre sacarle la lengua a la gente-, a la que le tenía un miedo gigantesco, y se rió mientras me enseñaba un cuchillo de mango verde, yo paralizada sin poder gritar; luego cuando la mujer se fue y pude contar la historia María Eugenia se hartó de reír sin creerme.

A veces pienso en el sonido seco y sin eco que estremeció al edificio una mañana, una bomba había estallado en la carrera 15, desde la ventana podía ver el humo y la gente corriendo; pero no fue la única, a partir de allí, cada jueves, todos lo llamaban el jueves negro, se escuchaba explotar una en cualquier punto de la ciudad, muchas cayeron en sucursales de la droguería[1] La Rebaja, porque si mal no recuerdo el dueño tenía algo que ver con el narcotráfico. Hmmm, y qué decir del día en que tocó salir corriendo a la madrugada porque había estallado un petardo en el parking del edificio, todos en la calle temblando y mirando hacia arriba, yo temblando con la mirada en el suelo, rezando para que nadie descubriera el roto que tenía en el pantalón de mi pijama.

Bueno, ruinoso país, me despido y te saco la lengua desde el otro lado del charco, esperando que algún día mis fantasmas de la carrera novena con novena me dejen en paz.


[1] Farmacia

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Con todo y eso se la pasa bien uno... en esta ciudad.

Aunque yo nunca participé de esa angustia, la verdad mis recuerdos al respecto son nulos... del 86 al 90, que es una referencia mas o menos coicidente con lo que relatas, recuerdo más los programas de televisión que veía y al pibe Valderrama vistiendo la camisa del deportivo Cali con la publicidad de Bretaña cruzándole el pecho... por lo que a los caleños nos decían "bretañeros".. nada más.. la violencia es un hueco para mí en esa época, al menos de manera vivencial.

Mira que es extraño que acá en Cali no se ha querido escribir sobre el narcotráfico, si miras bien solo existen dos o tres novelas sobre el tema, y de muy dudosa calidad, y pienso yo que la mitad de la historia oculta del país, y las explicaciones reales de sucesos históricos, militares, políticos... pasan por el cartel de Cali... y otro poco por el de Medellín..


mmmm... en fin... ya ando dándome una weltica por tu bló, por fin con la cabeza un poco fresca...

Te cuidas, hablamos lueguito..

Unknown dijo...

Pues si, muchas veces sentí miedo allí, el sonido de los tiros, las bombas o simplemente el relato de gente cercana que ha sido secuestrada o que ha vivido algo realmente horrible. Pero paradójicamente nunca me pasó nada, y me vino a pasar en España, me robaron una maleta llena de regalos en la estación de autobuses, con pasaporte, billete de avión a Colombia, etc (ahh, y un día me tocaron una en la calle). Menos mal los papeles aparecieron.Me sentí tan tonta, cómo fui tan pardilla! en ese momento sentí que no había servido de nada haber vivido en Colombia.

Anónimo dijo...

Jajaja... uno cree que por colombiano tiene que ser el revivo y mentiras... yo la verdad me declaro una completa hueva ante ese tipo de cosas, en Colombia y en cualquier parte del mundo...